Recordad que nada es firme: el mundo nace a vuestro paso, no hay amanecer que no esté ahí por ti, no hay luz si tus ojos no están para percibirla.
Recordad que nada es vuestro: todo nace y no nace de vosotros: todo se hace por vosotros, mas no según vuestra voluntad; olvidad vuestra voluntad: la voluntad la dicta la luz: no hay otra realidad ni otro yo ni otro autor ni otro individuo que el que ante vuestros ojos se crea a cada rato: todo eres tú: cada cosa cae donde cae por ti: lo fácil es fácil para que lo hagas tú: lo difícil es difícil para que abras o no la puerta según se dicte o no el momento de abrirla.
Recordad que nada es nuestro: no hay un nosotros, no hay un yo: somos gotas de fuego en un solo volcán, somos fotones sueltos de una sola luz, y nada está suelto, la luz es la misma siempre, si bien no todos vemos lo mismo. Sed generosos: no corrijáis la luz de los demás, llenaos tan sólo de fe inquebrantable en la que vosotros veis. Cuando se asimila el bien y lo divino con la luz no es una metáfora: la luz de la que se habla es la que estamos cada uno físicamente viendo, la que da forma a todo lo perceptible, la que permite nuestro apoyo en lo visible y en lo tangible: todo se hace sólido por nuestra fe en la luz, todo comienza a vivirse cuando la luz le da vida, nada hay ahí que no esté ahí por y para ti.
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