Hay que amarrarse al viento. Y dar la piel. Y hacer la piel. Y ser la piel. Hay que amasarse al viento.
Hay que dar viento frío y viento fuego. Y darse
error y juego. Y darse herida y hielo. Hay que comerse el viento. Hay
que saberse viento.
Hay que llorar al viento y en el viento gritar y
en el viento fugarse de lo humano. Y hacerse luz del viento. Y estallar
en el cielo, y estallar en el blanco, y estallar en el ser. Y estallido
a estallido hacerse vida y verbo, y estallido a estallido hacerse amor y
sueño, y estallido a estallido quemar con agua viva y sal y estruendo
de dolor cada estrofa perdida, cada mujer huida, cada no comprender. Y
hacerse fuego.
Y volar como no creemos que podamos, y llorar
como no sabemos que lloramos, y nacer como no creemos que se pueda
nacer: a grito vivo en alma en el cobarde, a grito vivo en alma en el
rechazo, a grito vivo en alma en necedad. A grito vivo el viento dando
frío y templanza y curtiendo lo débil y forjando lo llano y saciando el
temblor. A grito vivo el alma en este invierno de soledad y amparo y el
cielo loco y fijo llevándonos ya claro y decidido a la meta total: dadme
viento, nos dice, dadme fuego, dadme a gritos el fuego, os lo cambio
por paz.
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