viernes, 5 de octubre de 2012



Queridos niños: Desordenad el mundo.

Desordenad el mundo con su flor de papel y su torpeza,
desordenadlo vivo,
desordenadlo estrofa y anarquía y buscar y no estar solo buscando,
desordenadlo todo,
desordenadlo mío,
desordenadlo en frío y en fuego
y en el alma y la voz y luego en verso
y con ritmo y sin ritmo,
desordenadlo más,
desordenadlo al aire y completad su fijo
e incógnito vaivén,
y del vaivén tirad de lado a lado fuerte,
y empujad y bailad con el vaivén,
y haceos mundo y danza y sol y viento y lejanía
y haced luz al final: quemad el mundo.

Y si os hace calor el mundo frío
y no sabéis qué hacer ni dónde ir
ni con tanta ceniza qué ensuciar,
disfrazaos de mundo,
y encendedme la luz: hoy está oscuro
el sol, yo no he comido, ya no me oigo
la voz ni me encuentro la luz
ni tengo ni tendré jamás camino.

Queridos niños míos,
con almas de poeta y ojos fijos
y Dios en la conciencia y en lo vivo,
queridos hijos míos: Desordenad la vida,
desordenad al hombre,
desordenad la frente y la palabra
y el orden y el sistema y el dolor y lo fijo:
desordenad lo unánime,
desordenad rebeldes lo rebelde,
y buscad más verdad, y no cejéis:
y haced frío el verano y del invierno estío,
floreced la caída y decaed al alba y volad
sin espacios limitados, volad sin rumbo fijo:
yo sé y no sé y no encuentro y quizá
he encontrado ya varias veces luz y paz y no seguir:
desordenad el lecho,
desordenad el vino.

Estoy cansado, niños: desordenad la vida,
yo me he ido despacio ya a otro sitio.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Alimentar el llanto, hacerlo mío, nuestro, universal, entero. Alimentar el llanto así para tal vez así desvelar el consuelo, reencontrar el camino, derramar paz y vuelo. Y estar, estar ahí, estar aquí. Y beber de este llanto y de aquel reino.