viernes, 1 de julio de 2011

Decidme quién ha roto el mundo. Quién lo ha hecho de infancia, quién lo ha lleno de vida, quién lo espera o lo arrastra.

Decidme quién ha abierto el fruto, quién lo siembra, lo lleva, lo recoge, lo canta, lo redime, lo goza.

Decidme quién tiene la sed y el hacha, quién la mesa, la voz, la luz, la vida, la mentira, el poema, la verdad, el camino, la alegría, la marcha, la fuerza en mano y vino y el vino en su medida. Decidme quién abre lo mío. Decidme quién come en mi mano, de quién como, a quién como, cómo como su herida. Y decidme también que es ya por siempre y para siempre mía, y decidme que hay luz, que ya no hay llanto, que el que hay es de alegría, que descansa a mi lado, que me habla, que me mira, que me espera, me sigue, me alimenta, me cuida, me ríe, me fabula, me bendice, me admira. Y decidme que al lado se me duerme y me busca y me habla en lo acostado y en lo erguido me aviva. Y que vive conmigo, y que conmigo rima, y que me da su mano, y que su mano es mía, y que lejos de ella no hay ya amor ni trabajo ni poema ni insignia. Y que cerca de ella mi destino inmediato se ha hecho definitivo camino y fuego y ojos y cuerpos confundidos y brazos que amanecen y bocas en lo firme y llagas que dan vida.

Y que sepa que es mía, y que sepa que soy aire y luz y palabra y mortal y adivino y amante y novio e hijo y hermano y niño y hueco y lengua y paz por haberla hecho mía.

Por querer ella ser por siempre mía.

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