lunes, 23 de enero de 2012

Hay que amarrarse al viento. Y dar la piel. Y hacer la piel. Y ser la piel. Hay que amasarse al viento. 

Hay que dar viento frío y viento fuego. Y darse error y juego. Y darse herida y hielo. Hay que comerse el viento. Hay que saberse viento. 

Hay que llorar al viento y en el viento gritar y en el viento fugarse de lo humano. Y hacerse luz del viento. Y estallar en el cielo, y estallar en el blanco, y estallar en el ser. Y estallido a estallido hacerse vida y verbo, y estallido a estallido hacerse amor y sueño, y estallido a estallido quemar con agua viva y sal y estruendo de dolor cada estrofa perdida, cada mujer huida, cada no comprender. Y hacerse fuego. 

Y volar como no creemos que podamos, y llorar como no sabemos que lloramos, y nacer como no creemos que se pueda nacer: a grito vivo en alma en el cobarde, a grito vivo en alma en el rechazo, a grito vivo en alma en necedad. A grito vivo el viento dando frío y templanza y curtiendo lo débil y forjando lo llano y saciando el temblor. A grito vivo el alma en este invierno de soledad y amparo y el cielo loco y fijo llevándonos ya claro y decidido a la meta total: dadme viento, nos dice, dadme fuego, dadme a gritos el fuego, os lo cambio por paz.

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