domingo, 26 de febrero de 2012

ANTISOCIAL, por Santiago Tena

Soy profundamente antisocial. Creo en mi antisociedad, en mi antidespedida, en mi antiseriedad. El silencio es mi única calle. Tiene sus salidas y sus entradas, sus puertas y sus noes, y todos dan a mí.

Soy profusamente antifatal. Doy del destino los créditos y las deudas, y todo en el destino habla de mí. Soy perfectamente antiestatal.

Y los pasos dan lo que dan, y todo lo que era soy hoy más veces, y todo canta con el aire con que el hombre le habla al Dios del que es modelo y en el que da el reflejo. Soy pacientemente antiletal. Y creo en yo.

Anda la fe con gatos en el aire, y yo a los gatos les doy el pan, anda la fe con memorias en el guante, y yo del guante sé lo total, y yo del guante soy lo total. Y bueno, cuánta fe y cuánta memoria, cuántas las fuerzas niñas, cuántos los niños grandes, cuántas las lentas muertes, cuánta resurrección, cuánta miseria, yo, cuántos los grandes reinos, cuántos sus declinares, cuán la caída alta, cuán desastroso el fin.

Mas yo he de revivir.

A un todo todo, a un dar de lleno, a un ser de mí. No hay ideas, no hay ciencia, no hay deseo, no hay sí. Y yo he de revivir.

Soy como el que se dice que ha de andar a lo bajo y luego de lo bajo da el color y la fe, y en lo bajo soy alto y en el hombre soy Dios. Y estrella a estrella el mundo se me llena de mí, y el mundo todo mío se hace mundo por ti.

Recuerdo la mañana en que te dije que pusieras de nuevo cada estrella en su sitio, y cómo esa mañana te empezaste a asustar. Y te sigo diciendo que soy perfectamente, aseguradamente, felicísimamente, eternísimamente fatal y antisocial. Y que soy como soy y que así he de seguir y he de ir a peor. Y que serlo me hace más feliz que no serlo, lo voy a seguir siendo, mucho más si se puede, mucho más francamente total y antisocial, fatal y radical, y mío y libertad.

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